«Aún estamos superando el mito de que la bollería y los postres caseros son mucho más saludables que los industriales», se afirma en un conocido y respetado blog sobre alimentación. Es decir, que los postres caseros son igual de malos que la mítica bollería industrial. La razón de esta afirmación es que ambos contienen gran cantidad de azúcar, que es un producto desastroso para la salud. Para dilucidar esta cuestión, podemos comparar los ingredientes de un bollullo industrial con los de un producto casero.
Ahí van los 26 ingredientes de un donut industrial, el glaseado, el más habitual (hay otras versiones más estrambóticas todavía): Harina de trigo, agua, grasa vegetal (palma), trehalosa**, azúcar, levadura, jarabe de glucosa y fructosa, huevo líquido, sal, harina de soja, emulgentes (E 471, E 472e, E 481, lecitina de girasol), dextrosa, gluten de trigo, leche desnatada en polvo, almidón de patata y trigo, estabilizantes (E 412, E 341, E 406, E 407), aromas, conservadores (E 202, E 200), corrector de acidez (E 330), maltodextrina de trigo, agente de tratamiento de la harina (E 300). **La trehalosa es una fuente de glucosa.
El producto lleva cinco tipos diferentes de azúcar: trehalosa, azúcar a secas (sacarosa) jarabe de glucosa y fructosa, dextrosa y maltodextrina. En total, hacen el 24% en peso del producto. También contiene variedad de aditivos, diez en total.
Ahora comparémoslo con los tres ingredientes de un bizcocho casero: Harina de trigo, huevo, azúcar.
Otras versiones añaden mantequilla y levadura. El azúcar suele suponer entre el 20 y el 30% del producto.
Bastaría con que el bizcocho casero contuviera un 25% de azúcar para que fuera catalogado automáticamente como mucho más nocivo para la salud que el donut. Daría igual si la harina es integral, los huevos ecológicos y el azúcar de caña sin refinar. Este ejemplo es otra muestra de los estragos del nutricionismo, la principal causa del trastorno de la cultura alimentaria que padecemos.
Otro buen ejemplo es la recién descubierta grave amenaza que supone el consumo de comida real. «La denominada comida real (real food en inglés) le pone un valor moral a los alimentos y responsabiliza a la persona con el fin de culparla y hacerla sentir mal por lo que come» dice una persona con TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria) que acusa a la comida real de provocar su trastorno. El «realfooding» es una idea con mucha presencia en las redes sociales que propone huir de los alimentos ultraprocesados y cocinar más alimentos frescos y poco procesados. Justo lo que dice la OMS. ¿Cómo puede provocar algo tan inocente un TCA?
Parece ser que la «comida real» se ha confundido con una dieta estricta que considera a los ultraprocesados venenos y, lo que es peor, pecados graves, culpas que hay que expiar. Lo que se viene a llamar ortorexia o vigorexia, que son explícitamente TCA. En un clásico movimiento de tirar al niño con el agua sucia de la bañera, el asunto está provocando titulares como estos: Comida real que acaba en ansiedad, culpa y trastornos de la alimentación, Comida real: ¿realmente es sinónimo de comer saludable? o Realfooding: cuando la cultura de la dieta arrasa con la salud mental.
Resumiendo, la comida real es peligrosa, los ultraprocesados son tan alimentos como el que más y no hay alimentos buenos ni malos. Además, nadie tiene tiempo para cocinar. En realidad, cocinar es de pijos. «Tenemos que tener en cuenta que poder alejarse de los ultraprocesados es un privilegio que ojalá estuviese al alcance de todos, pero hay muchas familias con una situación laboral y económica complicada».
Una vez establecido que los ultraprocesados son el alimento natural y obligado de la humanidad, el círculo se cierra con una lluvia de consejos nutricionales descorazonadores. Por ejemplo, ay del que piense que tomar miel es sano, puesto que lo hacían su abuela y su bisabuela, que vivieron muchos años. No, amigos, la miel es simplemente azúcar, el gran demonio de la alimentación. Ergo, como se quería demostrar, un bizcocho casero es mucho peor que un donut glaseado.
Fotografía: Preparando muesli de avena con frutos secos y frutas deshidratadas para un desayuno o merienda saludable y sostenible. Taller familiar Del bosque y la huerta a la sartén. En Madrid, cada plato es un paisaje. 2021.
Muy buenas, lo primero que quiero es felicitarte por el artículo.
Somos una pareja con un peque que intenta alimentarse bien, sin caer en ningún extremo, que como tales son igual de perversos.
Al final, parece que todo se reduce a que nos intentan liar lo máximo posible para que nos dejemos llevar por las recomendaciones de la industria que vende ese tipo de «alimentos», que ya se encarga ella, con sus infinitos recursos de manipular lo que sea necesario para que sigamos comprando y consumiendo sus productos.
Y ya ni te cuento lo complicado que resulta convencer a un niño que algo que anuncian en la tele (cada 2 minutos y junto con sus dibujos preferidos), y que además le regala juguetes, que no es bueno para él… En fin, es lo que hay.
Un saludo