Aunque solemos mirar al mar como un recurso inagotable, la realidad es que la presión humana está poniendo en jaque la biodiversidad marina. La sobrepesca, la acuicultura intensiva, la contaminación y el cambio climático están alterando los ecosistemas oceánicos, afectando no solo a las especies marinas, sino también a quienes dependen de ellas para alimentarse y trabajar. ¿Qué papel jugamos como consumidores? ¿Cómo podemos seguir disfrutando del pescado sin contribuir al deterioro del medio marino?
El mar no es una despensa sin fondo
Más del 34% de las poblaciones pesqueras del mundo están sobreexplotadas, según la FAO. En otras palabras, se pesca más de lo que los océanos pueden reponer. A esto se suma la captura accidental de especies no objetivo, la destrucción de hábitats sensibles como los fondos marinos y la huella de carbono del transporte y la refrigeración. Pero no todo el pescado tiene el mismo impacto: hay especies más sostenibles, métodos de pesca más responsables y alternativas locales que pueden marcar una gran diferencia.
¿Qué tener en cuenta al elegir pescado?
Consejos prácticos para consumir pescado de forma responsable en nuestras casas
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Pregunta en tu pescadería por el origen, el método de pesca y la temporada de los productos que compras si no ves la etiqueta o no la entiendes.
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Aprovecha mejor el pescado: espinas, cabezas y pieles se pueden usar para caldos que luego nos sirven de base para guisos u otras elaboraciones. Reducir el desperdicio también es también parte de un consumo más sostenible.
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Consume local y de lonja siempre que sea posible. Apoyar a la pesca artesanal favorece la economía local y la conservación de las tradiciones de pueblos y comunidades costeras.
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Modera la frecuencia y apuesta por un consumo más diverso: no hace falta comer siempre el mismo pescado ni hacerlo a diario. Alternar con otras fuentes de proteínas y probar diferentes tipos de pescados ayuda a reducir la presión sobre el mar y especies muy consumidas.
Comer con conciencia también es proteger el océano
Nuestros hábitos de consumo tienen un impacto directo sobre el mar, aunque a veces parezca lejano. Informarnos, preguntar, variar y elegir con criterio puede ser un gesto pequeño con consecuencias muy importantes. Comer pescado no es incompatible con cuidar el mar, pero sí requiere compromiso, conocimiento y ganas de hacer las cosas un poco mejor cada día.
Texto e imágenes: Carlota López