La definición honesta de muchos cereales de desayuno sería así: “Cereales machacados empapados en azúcar, grasas de origen diverso y sal”. Pero lo dice el paquete es más bien de este estilo: “Deliciosos cereales de desayuno. Contiene trigo integral, aporta vitaminas A, B, C, D. Los cereales de desayuno [aquí la marca] son imprescindibles para un estilo de vida saludable”. Y así sucesivamente.
Muchos alimentos de uso corriente no se anuncian y describen de manera veraz, sino disfrazada, lo que contribuye a la actual epidemia de obesidad, diabetes y otros problemas. Hay que protegerse, pero ¿cómo distinguir la información real de la amañada? Hay un camino que consiste en leer cuidadosamente la etiqueta y calibrar el contenido en azúcar, grasas saturadas, aceite de palma, aditivos, etc. O bien podemos prestar atención a una serie ese indicadores bien visibles. Fijándote en ellos, podrás distinguir los insanos productos ultraprocesados de la comida de verdad de un solo vistazo.
Aquí hay siete indicadores infalibles de comida de mala calidad, tres o más coincidiendo en un producto indicarían que conviene alejarse de él a toda prisa.
1. Se anuncia en TV y/o de manera masiva, y/o es anunciada por un famoso. Una campaña publicitaria masiva y/o en TV es muy cara e indica que el volumen de ventas importa más que la calidad del producto. Las celebridades son usadas como “asideros de confianza” para que no se vea la mala calidad del producto.
2. Contiene mensajes impulsando un “estilo de vida saludable” o recomendando “alimentación equilibrada y ejercicio físico”. Si un alimento recomienda un estilo de vida saludable, revela que el alimento en cuestión es insano.
3. Sugiere que está hecho a mano, artesanalmente. Por ejemplo: “elaborado por nuestro maestro quesero, chocolatero, pastelero”, “seleccionado en el punto perfecto de maduración”, etc. Indica una producción masiva con bajos estándares de calidad.
4. Asocia al producto con prácticas agrarias “orgánicas”: “verduras de la huerta”, “pollo de corral”, “reserva de la familia”, “fruta de temporada”. O bien la publicidad usa imágenes de la arcadia rural: niños sonrosados correteando por el campo, venerables ancianos, paisajes idílicos, trigales bajo el sol, vergeles, aldeanas con capacho y sombrero de paja, etc.
Indica una producción completamente estandarizada y alejada de la naturaleza.
5. Aduce que es “sin” algo o “bajo” en algo. Por ejemplo, “sin gluten” y “sin lactosa”, muy populares últimamente. También son frecuentes “sin azúcar añadido”, “sin grasas saturadas”, “sin colesterol”, etc.
Estos alimentos sufren un procesado extra para extraerles la grasa o la lactosa, lo que suele encarecerlos y estropearlos.
6. Insiste en que el alimento es “alto en” o “aporta” algún elemento alimenticio. Por ejemplo vitaminas, fibra, etc. También se usa la expresión “es fuente de” (energía, calcio, hierro, etc.). Variante: “enriquecida” (con calcio, vitaminas, etc.).
Los alimentos no tienen que “aportar” nada (se refiere a nutrientes específicos como hierro, calcio, etc.): tienen que alimentar, cada uno en su estilo: un tomate no es lo mismo que un trozo de pan.
7. Aparece la palabra “aroma” en la lista de ingredientes. Es muy mala señal que en una etiqueta aparezca la palabra “aroma”. Por ejemplo, “aroma de fresas” en un yogur. Si lleva suficiente cantidad de fresas, no necesitará aroma extra. Y si no lleva suficiente cantidad, añadir un aroma sintético convierte al yogur en una triste simulación de un alimento de verdad. ¡El colmo es un sándwich de pollo donde aparecía “aroma de pollo” en la lista de ingredientes!