Desde hace pocos años, están apareciendo en las estanterías del supermercado paquetes de un nuevo tipo de pan de molde, que suele identificarse como “Natural” y “Sin aditivos” en la etiqueta. Efectivamente, si examinamos la lista de ingredientes encontramos harina, agua, sal, vinagre, algo de aceite y así, pero ningún conservante, estabilizante, emulgente o colorante, compuestos indicados con la letra E seguida de un número. Por ejemplo, E-342 (fosfato amónico) se usa para regular el punto de acidez de la harina.
El pan de molde de al lado de la estantería, sin embargo, contiene ocho aditivos, y el de más allá siete. En realidad, la mayoría de los panes de molde contienen entre seis y diez aditivos. Un poco más allá, en la estantería de las latas de conservas de carne y legumbres, hallamos latas sin ningún aditivo y otras con media docena o más, que además son bastante más baratas. Aquí nos vamos acercando a la explicación del asunto.
Una reciente investigación de la OCU ha encontrado hamburguesas de una calidad tan ínfima que la dosis de sulfitos que necesitan para presentar un aspecto y un color apetitosos equivale casi a la Ingesta Diaria Admisible de este compuesto. Los aditivos (con alguna honrosa excepción) son muletas utilizadas para mantener en pie y con un aspecto saludable alimentos de mala calidad. Sin entrar en sus posibles efectos adversos para la salud, su abuso (¿a qué viene añadir ocho aditivos distintos a una barra de pan?) indica por lo general una mala calidad del producto.