La Navidad llega con sus luces, sus reencuentros y sus mesas desbordadas. Pero también trae consigo una cifra preocupante: durante estas fechas, el desperdicio alimentario en España se dispara. Compramos más de lo necesario, cocinamos cantidades excesivas y acabamos tirando kilos de comida que podrían haberse aprovechado. Este año podemos hacer las cosas de otra manera.
Planificar para disfrutar (y no tirar)
El primer paso para unas navidades más sostenibles empieza antes de pisar el supermercado. Sentarse a diseñar el menú no es aburrido, es inteligente. Piensa en cuántos comensales vendrán realmente, qué ingredientes pueden servir para varias recetas y cómo vas a incorporar las sobras después.
Un ejercicio sencillo: abre la despensa y el congelador antes de comprar. Seguramente encuentres legumbres, alguna verdura olvidada o ese panettone que nadie ha terminado. A partir de ahí, construye tu menú. Por ejemplo, ¿tienes unos garbanzos congelados de un cocido que hiciste la semana pasada? por qué no transformarlo en un hummus con unas verduras.

Comprar productos de temporada también ayuda. En diciembre, las coles (lombarda, repollo, brócoli), las raíces, las manzanas de invierno y los cítricos están en su mejor momento. Son más baratos, más sabrosos y, si son de proximidad, reducen la huella de carbono del menú. Las recetas tradicionales de muchas regiones españolas ya incorporaban estos productos por pura lógica: eran los que había.
Nuestro menú
Hemos buceado en los recetarios de nuestros proyectos En Madrid, cada plato es un paisaje y La Cocina de los Nietos para traerte un ejemplo de menú que te puede ayudar a planificar tus comidas y cenas festivas:
Aperitivo:
Queso con mermelada de vino. En España somos un país de quesos de gran calidad. Aprovecha estas fiestas para descubrir quesos tradicionales o de pastoreo locales.

Patés de legumbres. Riquísimos servidos con crudités y pan tostado, nos permiten poner proteína vegetal en la mesa en forma de un aperitivo más interesante que cualquier bandeja de embutidos. Las legumbres son económicas, tienen un impacto ambiental mínimo comparado con la carne y aportan proteínas de calidad. Además, se conservan perfectamente y su versatilidad en la cocina sorprende a quien les da una oportunidad.
Entrante:
Consomé de aprovechamiento. Aunque se puedan considerar las carcasas de pollo o de ave no como «basura», con ellas y junto con retales de verduras (pieles de cebolla, topes de zanahoria, hojas de puerro), se elabora un caldo claro y reconfortante, perfecto como entrante para estos días de frío.

Plato principal:
Lombarda con manzana. Esta col morada de invierno, cocinada lentamente con cebolla, especias y manzana, pierde su intensidad y se vuelve dulce y melosa. Un plato vegetal tradicional de estas fechas y de temporada que no necesita competir con ninguna carne.

Segundo:
Si prefieres incluir proteína animal, hazlo con moderación y calidad. Busca carnes de producción local, extensiva y con certificaciones DOP o IGP, aquí te damos dos ejemplos: Caldereta de cabrito o Cordero a la miel. Y si apuestas por una opción vegetal con la que aprovechar las verduras que están ahora en temporada te proponemos hacer una Ribollita –guiso tradicional italiano– o una Tarta salada de calabaza y zanahoria con un toque de naranja con el que seguro que sorprendes.

Postre:
Trufas de panettone. Ese panettone que a veces se queda seco en un rincón puede resucitar en forma de un postre que nadie diría que nació de un aprovechamiento simplemente triturándolo con café, mascarpone y rebozando las bolitas en cacao.

Celebrar sin renunciar
Reducir el desperdicio y apostar por una dieta más vegetal no es solo una cuestión de conciencia ambiental, también es económica. Un menú basado principalmente en legumbres y verduras puede costar hasta un 60% menos que uno centrado en carnes o marisco. Aprovechar sobras evita tirar productos que ya hemos pagado. Y comprar productos de temporada y proximidad puede ahorrarnos hasta un 30% respecto a importaciones o productos fuera de temporada.
No se trata de convertir la Navidad en un ejercicio de austeridad forzada. Se trata de repensar el exceso, de recuperar el valor de lo que cocinamos y de entender que la generosidad no se mide en kilos de comida desechada.
Una mesa navideña sostenible es posible sin sacrificar sabor ni celebración. Este año, que tu mesa refleje un consumo más consciente, porque la mejor forma de celebrar no es solo disfrutar del presente, sino también cuidar del futuro. Y eso empieza por lo que ponemos en nuestros platos.








