El pasado 1 de diciembre, tuvo lugar en Madrid el I Encuentro hacia la Transición Proteica, un evento organizado por CECU y Mensa Cívica que reunió a actores clave de toda la cadena alimentaria: desde productores hasta nutricionistas, pasando por representantes de la industria, la distribución y organizaciones sociales. El objetivo era claro: iniciar un diálogo inclusivo sobre cómo impulsar en España una transición hacia dietas más saludables y sostenibles, teniendo la dieta mediterránea como marco cultural común.

Cambios en las dietas
Los datos son contundentes, según el Comité Científico de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), el consumo de legumbres en España ha experimentado una caída alarmante del 70% en las últimas décadas. Actualmente consumimos apenas 3,26 kg por persona al año, muy lejos de los 11,5 kg que recomienda la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Es decir, comemos una ración semanal cuando deberíamos consumir al menos cuatro.
Esta caída no es casual. Como revela uno de los informes presentados en el encuentro –“¿Quién decide lo que comemos? Barreras de acceso a las legumbres y otros alimentos vegetales en los supermercados españoles”–, las legumbres prácticamente han desaparecido de los espacios promocionales: representan solo el 4% de los productos destacados en folletos de supermercados, están ausentes de las redes sociales de las grandes cadenas y, cuando aparecen en los lineales, suelen estar relegadas al último pasillo. Las ofertas y promociones –esas que condicionan nuestras decisiones de compra– se centran abrumadoramente en productos de origen animal, que acaparan más del 75% del espacio publicitario.
Las legumbres son más que un alimento
Durante el encuentro quedó patente que las legumbres no son solo otra fuente de proteínas. Son, en realidad, una pieza fundamental para abordar múltiples crisis simultáneas: la sanitaria, la climática y la rural.
Para la salud pública: las legumbres son una fuente excepcional de proteína vegetal, fibra, hierro y vitaminas del grupo B, con un contenido muy bajo en grasas saturadas. Su consumo regular ayuda a prevenir diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, obesidad y ciertos tipos de cáncer. Además, como señaló Manuel Moñino Gómez, representante de la Academia Española de Nutrición y Dietética, recuperar su protagonismo en la dieta mediterránea es coherente con todas las recomendaciones científicas actuales.
Para el medio ambiente: las leguminosas fijan nitrógeno en el suelo, reduciendo la necesidad de fertilizantes sintéticos y mejorando la fertilidad del terreno de forma natural. Como apuntó Pablo Saralegui de Alimentta durante las mesas de trabajo, el cambio climático amenaza las producciones agrícolas que podrían caer un 10% incluso manteniendo los niveles actuales de fertilización, por lo que las leguminosas son «una solución accesible y rápida que sabemos que funciona».
Para la economía rural: impulsar el cultivo de legumbres locales, especialmente variedades con Denominación de Origen Protegida (DOP) o Indicación Geográfica Protegida (IGP), puede revitalizar pequeñas explotaciones y territorios en riesgo de abandono. Actualmente España importa el 67% de las legumbres que consume, principalmente de Canadá, Estados Unidos y México, lo que debilita nuestra soberanía alimentaria y genera una huella de carbono innecesaria.
Además las legumbres son un gran aliado sí queremos conseguir una transición alimentaria justa. Su bajo precio y accesibilidad permiten que sean un alimento sostenible y saludable para todas las clases sociales.

Claves para avanzar
Uno de los aspectos más valiosos del encuentro fue constatar que existe un amplio consenso cuando la conversación se centra en la recuperación de la dieta mediterránea. Como se destacó en las conclusiones, no se trata de confrontar proteína animal versus vegetal, sino de reequilibrar nuestras dietas hacia un patrón más saludable y sostenible que siempre ha sido nuestro.
Las propuestas más respaldadas fueron:
- Impulsar la producción de legumbres locales mediante políticas públicas que incentiven a pequeños agricultores, con especial atención a variedades tradicionales adaptadas a nuestro clima.
- Incorporar criterios de dieta mediterránea en la contratación pública, garantizando la presencia de legumbres en comedores escolares, hospitales y otras instituciones. Esto no solo crea hábitos alimentarios saludables, sino que asegura una demanda estable para los productores.
- Mejorar la accesibilidad y visibilidad en supermercados. Como denunció María Sánchez (directora de Alimentación de ANGED), las frutas y verduras han subido un 90% en una década, mientras que los productos de origen animal reciben promociones constantes. Urge reequilibrar esta balanza mediante mejor etiquetado, señalización clara del origen y más ofertas en productos vegetales.
- Alfabetización alimentaria desde la educación, incorporando contenidos sobre alimentación en el currículo escolar y recuperando el conocimiento sobre la gran variedad de legumbres disponibles y cómo cocinarlas.
- Fortalecer el papel de la ciencia como base de las políticas públicas y las campañas de sensibilización, alejándose de mensajes polarizantes.
Un camino por recorrer
Los participantes coincidieron en que esta transición debe ser justa para todos los eslabones de la cadena. Como señaló Javier Fatás (Comisión Ejecutiva COAG), «todos los eslabones tienen que estar cerca de la tierra» y «hay que pedir a la industria y distribución que apuesten por las legumbres producidas en pequeñas explotaciones si queremos autoabastecernos».
Verónica Rebollo de Alimentta lo resumió bien: La transición proteica debe servir para avanzar en la transición ecológica, apoyar a pequeñas explotaciones y trabajar en conjunto desde las diferentes instituciones.
El encuentro dejó claro que las legumbres no son el alimento del pasado, sino una de las claves del futuro. Recuperarlas es recuperar nuestra identidad alimentaria, nuestra salud colectiva, la viabilidad de nuestros territorios rurales y nuestra soberanía alimentaria. No es nostalgia es actualizar la dieta mediterránea para los retos del siglo XXI.
Fotos y texto: Carlota López







